Stroganov Hotel

Este verano estuve unos días en Portugal. En mi visita al centro del país me invitaron a alojarme en Stroganov Hotel. Nada más llegar quedé asombrada por su ubicación, que tras un rato de curvas a través de la Serra da Estrela llegas a un impresionante edificio de 1898, donde la decoradora Marina Kartashova ha creado cada una de las 12 habitaciones de manera única para contar la historia de amor entre Juliana y el Conde Grigory Stroganovinspiración para todo el lugar que se nota nada más llegar.

Todo detalle está absolutamente cuidado en cualquier espacio por el que te muevas, desde la Sala de Jogos, a la Sala Chinesa. Si uno se sienta a observar se dará cuenta que no han dejado nada a la casualidad, y eso le da una grandeza extraordinaria a todo hotel y, en consecuencia, a toda la experiencia de alojarse allí.

A destacar también el Restaurante Chaminé Russa dónde se pueden degustar platos con influencia rusa y portuguesa, un lugar para dejarte llevar entre sabores, aromas y texturas.

Desde La Terraza uno puede relajarse mientras ve la deslumbrante puesta de sol sobre toda la sierra, el silencio, sólo alterado por el canto de los pájaros es impresionante. Igual que su Spa dónde disfrutar de la piscina y los tratamientos relajantes.

La semana que pasé en el Hotel fue maravillosa, el nivel de relax y el personal no hicieron más que confirmar lo que ya sabía, el trabajo hecho con esfuerzo y cariño se nota, y los huéspedes así lo sienten. Eres único en el lugar, el trato es excepcional y elegante. 

El sencillo placer de pasar tiempo en la naturaleza, observar las estrellas, pasear por Serra da Estrela, por los paisajes bucólicos dónde viven maravillosamente las ovejas que producen el mejor queso del país, el relax y la historia de amor entre Juliana y Stroganov me inspiraron para hacer una sesión de fotos para el Hotel, de todos los detalles que se atisbaban en cada pequeño rincón, con los ojos del que explora un palacio por primera vez, paseando a diferentes horas del día, donde la cambiante luz le daba un sentido distinto a todas las piezas allí colocadas. Una maravilla.

Todas las imágenes las tomé con un iPhone 6S, dejando la cámara de lado y simplemente actuando como un huésped más, con la mirada inocente del que descubre un mundo.